lunes, 28 de octubre de 2013

¡El rubicón!

¡Estoy aburrido! Muchos de nosotros hemos dicho esto en algún momento de la niñez y muchos de nosotros  escuchamos esta frase de la boca de nuestros niños.
¿Qué es el aburrimiento?
Es el cansancio o fastidio causados generalmente por disgustos o molestias, o por no tener nada que divierta y distraiga. También se le suele llamar hastío, es un estado emocional desagradable que se produce cuando una persona desea estar implicado en una actividad satisfactoria, pero no  consigue hacerlo.
Alrededor de los 9 años, los niños atraviesan un difícil momento, que en la pedagogía waldorf denominamos rubicón, es el momento en que el niño es consciente de su individualidad y en el que experimenta una sensación de soledad, ha desaparecido el niño que se sentía unido al mundo y que lo consideraba bello en toda su magnitud, ahora hay un nuevo niño que cuestiona absolutamente todo y que necesita que el mundo le demuestre que es verdadero en el sentido profundo de la palabra. Un niño que se anima a desafiar al mundo de los adultos y lo hace con el fin de que este se muestre verdadero, confiable, noble.
Este cuestionamiento viene acompañado de un interés por todo lo práctico. “¿Cómo se construye una casa? ¿De dónde viene la comida?,etc.”
Rudolf Steiner describe cómo el niño de nueve años experimenta en un nivel espiritual lo que el niño de tres años experimentó la primera vez que dijo “Yo”. Es ahora cuando surge una experiencia de individualidad independiente de todo lo demás. Esto conlleva el primer sufrimiento por soledad, pero también la primera dicha de estar con uno mismo. Trae la primera capacidad de entender la muerte como una realidad. Podría decirse que es la primera vez que nos sentimos tan inseguros de nuestra relación con la Naturaleza, con la Eternidad, con los otros, con nosotros. Todo ello se tiene que restablecer.
Como acompañar a nuestros niños?
Los niños que están en esta etapa necesitan conocer el mundo y sus misterios para aprender a amarlo y a sentirse parte de el, sentirse co-creadores.
Desde el hogar es muy bueno para ellos que se los implique en una tarea tal como  pintar paredes, construir juguetes, una casita del árbol, realizar pequeñas expediciones en la naturaleza recolectando objetos y realizando investigaciones al respecto, ser parte de un coro, de una orquesta, iniciarse en el aprendizaje de un instrumento, ser parte de una obra de teatro, participar en talleres literarios, ser parte de algún equipo en un deporte que le guste,etc.
En resumen es muy importante para el niño ser considerado como un ayudante fiel del adulto, alguien en quién se puede confiar alguna tarea importante, y si aún no ha manifestado interés por algún arte, deporte, un oficio en particular, es un buen momento para ayudarlo en esta búsqueda, ya que esto representa  la búsqueda de sí mismo. Él está  cimentando su auto confianza, autoestima, proyectándose como adulto que hace, como un individuo capaz de aportar su tarea, sus dones, su nobleza a la humanidad creciente. Todo aquello que inspire al niño en estas tareas será alimento, néctar para su alma.



jueves, 10 de octubre de 2013

Acompañamiento pedagógico para padres


"Un niño es un misterio, un enigma  a descifrar.
Cada niño es único y guarda dentro de sí muchos tesoros; nuestra tarea 
como adultos es descubrirlo, hallar esos dones que cada uno trae."




En nuestra escuela brindamos  un espacio de acompañamiento a las familias en sus diferentes necesidades, brindándoles herramientas pedagógicas y reflexionando sobre la tarea de la crianza desde una mirada integral hacia el niño teniendo en cuenta su biografía, su contexto, los diferentes aspectos de su personalidad, contemplando su sentir, su pensar y su voluntad.
Los talleres contemplan un espacio de trabajo con los padres y también un espacio de juego y arte para los niños. Los días y horarios son a convenir según el plan de trabajo que los docentes junto a la familia acuerden y diseñen.

Contacto: abrazandoinfo@gmail.com  4822-6958


Bendita seas


Bendita seas
Que esté contigo la protección,
Y con la protección, la fuerza,
Y con la fuerza, la comprension,
Y con la comprensión, el conocimiento,
Y con el conocimiento, el conocimiento de la justicia,
Y con el conocimiento de la justicia, el amor por la justicia
Y con el amor por la justicia, el amor a toda existencia,
Y con el amor a toda existencia, la inspiración del amor y de toda bondad
Que los Dioses y Diosas te acompañen en tu camino…




Las cosas esenciales



“Todo lo que precisa un ser humano es Amor”
                           Chamalú




Amado hijo:

Recuerda siempre lo esencial, lo importante. La verdad puedes encontrarla en ti mismo

pues eres una bella luz.

Te preguntarás: ¿qué es lo importante?

 Lo primero que te diré es: Mira tu corazón y encontrarás el cielo, escucha tu silencio pues

Dios te habla en él y recuerda siempre:

 -Amar

-Hablar con Dios

-Elevar plegarias

-Escuchar a tu ángel y confiar en él

-Seguir tu felicidad

-Decir te amo cuando así lo sientas

-Agradecer por otro día de amor

-Escuchar al viento

-Sentir el viento en la cara y cómo se desplaza entre los dedos

-Abrirte al amor y la sabiduría de la creación

-Amar lo que haces, hacer lo que amas

-Escuchar el canto de los pájaros

-Mirar las flores

-Abrazar a los árboles

-Mirar los colores de la naturaleza

-Sentir el perfume de las flores, las plantas, los árboles, que trae el viento

-Mirar las estrellas

-Mirar el cielo con todos sus colores

-Buscar formas en las nubes

-Mirar el vuelo de los pájaros y las mariposas

-Hacer crujir las hojas de otoño

-Caminar descalzos

-Saludar a la naturaleza, agradecer su belleza y grandeza

-Trepar a los árboles

-Juntar piedras y semillas de cada estación

-Degustar cada alimento con serenidad, amor y gratitud

-Preparar y ofrendar los alimentos con amor

-Buscar pensamientos elevados, fines elevados

-Llevar adelante cada acción cotidiana con un gran amor

-Cantar

-Bailar

-Escuchar la música de la vida, los sonidos del universo en sintonía con el universo interno

latente.

-Jugar

-Sonreír

-Reir

-Moverte

-Abrazar

-Pronunciar bellas palabras

-Expresarte

-Tocar y abrazar la tierra

-Mirar el sol

-Observar y escuchar a los niños, ellos son grandes maestros y sabios

-Jugar con los niños

-Mirar con dulzura y compasión

-Mirar con amor

-Ser honesto y veraz

…Y sobre todo recuerda siempre tu deber: Ser feliz

                                                               Mamá.

Carta de amor a ti

“Aquí mi alma quiere susurrar al oído de tu espíritu un secreto: la vida es hermosa cuando estamos despiertos.”
                                                      Chamalú




Hijo, que aguardas tu llegada al mundo, no temas, baja sereno en tu puente de arcoíris. Aquí te esperan rayos de sol que iluminarán tu vida y bellos colores que te cobijarán. La puerta de luz para ver a Dios estará siempre abierta.

Yo a tu lado extenderé mi mano para tocar a tu ángel, tú le darás una mano y yo la otra para que Él te cubrirá con sus alas y te mostrará el camino, estarás con Dios cada instante. Yo, hijo, acompañaré a tu ángel y atenta a sus palabras te cantaré al oído. Por las noches, te narraré los cuentos que él me susurre y podrás viajar a lugares mágicos por ti ya conocidos.

Mis palabras serán veraces y mi corazón puro para lograr escuchar lo que tu corazón me pide.

Construiré para ti un cielo azul en la tierra, la vida será una ceremonia sagrada de amor y luz. Para ti, hijo, seré puente hacia Dios, y tu, niño, divina belleza, ojos de Dios, serás estrella luminosa en el mundo.

                                                                                   Aquí aguardo tu llegada, Mamá.

Caricias para tu alma


“Una parte de mí es un niño.
Él quiere compartir su silencio y abrazar tu alma;
jugar con tu espírituy convertirlo en transparente mariposa.
Volar hasta el origen”
 Chamalú




Hijo, sé que amas la simpleza, la belleza, que la fe y el amor son tus alas, aquí en la tierra las cuidaremos y podrás volar con ellas donde desees, extenderlas y hacer sentir el aire del batir de tus alas a cada ser.

Ese profundo amor, esa inconmensurable fe, esa devoción que encarnas, esa luz que harás brillar por doquier, esas palabras del padre latiendo en tu corazón se revelarán al mundo: TE AMO.

Hijo, hoy mis ángeles hicieron sonar sus campanas en mi oído, escuché su tintineo celestial acariciando mi alma, su mágica presencia plenando mi espacio, recordándome la magnificencia de la vida…

Y bellos perfumes de flores… ¿será la madre María que acompaña y guía mis pasos? Quizás vino a traerme algún secreto para ti…prometo guardarlo como un tesoro para entregártelo, o tal vez tú tienes un secreto para mí y Ella me lo quiere susurrar…?

Días mágicos hijo…aquí es posible escuchar la voz de Dios y ver sus maravillosos colores, cuando el corazón está dispuesto a escuchar, cuando los ojos transmiten lo que en el alma despierta.

                                                                                   Aquí te espero,Mamá.

El calor del hogar

Definitivamente todos traemos algo de algún otro lugar que nos permite emerger de nosotros mismos y dar lugar a cosas totalmente nuevas o también volver a aquellas antiguas cosas que rescatamos desde una memoria tierna y a corta edad.
Yo por ejemplo, recuerdo las manos de mi abuela fundidas en una masa gigante preparando una comida para toda la familia y me es muy hermoso repetir en cierta forma esa imagen al amasar un pan y compartirlo con los niños en el jardín.
Costumbres: con la independencia femenina, algunas tradiciones se nos fueron perdiendo.
Los tiempos se aceleraron y hoy hay que vivir rápido, comer rápido, pensar rápido y trabajar a más velocidad. Hemos perdido lo humano en el camino. El ceder el asiento, ayudar a cruzar la calle, cuidar nuestro medio ambiente, cocinar nuestros alimentos a diario. Nuestro eje está corrido y por supuesto no es tarea sencilla enderezarlo; ni siquiera puedo decir si es correcto volver totalmente hacia atrás, puesto que nos ha tocado vivir este presente. Lo que sí podemos hacer es traer viejos buenos hábitos a nuestros días. Poco a poco.
Así que los invito a evitar una vez a la semana comprar el pan de bolsita o de panadería y hacerlo en casa. Es realmente muy sencillo y lleva poco tiempo, la experiencia es hermosa y nuestros invitados a la mesa lo disfrutarán enormemente. Además es una actividad que a los niños les encanta y pueden compartirla con ellos que estarán encantados de poder ayudar!
Amasar el pan es contactarnos con el fruto de la tierra, con nuestros abuelos, con el olor a campo, con nuestras raíces primitivas, con la sencillez y el calor del hogar.
He aquí la receta de la maravilla:
* ¾ kgs de harina integral o común
* 1 Cda. De sal
* ½ taza de aceite
* 1 cubito de levadura (25grs)
Sugerencias: se le pueden agregar semillas tostadas (lino, sésamo, chía, girasol, etc), pasas de uva, harina de centeno.


Encendemos el horno. Colocamos la levadura en un vaso con agua tibia corroborando que ésta se hinche bien y no esté rancia, y lo acercamos al calor del horno. En un bowl colocamos la harina con la sal y el aceite. Mezclamos y luego agregamos la levadura y seguimos mezclando.Si hace falta podemos agregar un poco más de harina y/o agua. Una vez que todos los ingredientes están unidos, espolvoreamos un poco de harina sobre la mesa y amasamos unos minutos. Colocamos la masa en un molde y lo acercamos a la cocina tapado con repasador para dejar levar por 20min / media hora y luego lo cocinamos por media hora más. Dejar enfriar y disfrutar!!

Abrazando a Ema - Testimonio

Abrazando a mi niño: testimonio Ema.

El camino que nos llevó a Abrazando a mi niño fue largo y sinuoso. Empezó desde que mi hija Ema estaba gestándose en mi panza. O tal vez desde mi propia gestación. Como algunas madres, ya desde entonces proyectaba el futuro de mi hija, y en mi caso particular ,ese futuro significaba simplemente La Escuela. ¿Qué escuela para Ema?

Yo me había educado (o deseducado) libremente con una madre trabajadora pero muy presente en mi necesidad de ser mirada, en mi manera particular de observar el mundo. Mi madre, que debía trabajar para darnos de comer a mis hermanas y a mí, se las arreglaba para estar presente en su ausencia. ¿Cómo? Enseñándoles a las maestras quienes eran sus hijas, defendiéndonos ante la rigidez prusiana típica de la educación típica. Por ejemplo, si la seño le contaba enojada (pero buscando su complicidad) que yo pedía ir al baño muy seguido ,como si eso fuese una conducta que atentaba contra la humanidad, mi mamá le contestaba algo así como que en vez de quejarse debería preguntarme si me dolía algo, si estaba triste por algo, si me pasaba algo en particular o simplemente que me dejara hacer en paz. Ella siempre se ponía de parte de sus hijas y no daba lugar a la mala educación de las maestras que buscaban corregirme… como si se pudiera corregir lo natural… como si se pudiera corregir la niñez…

Con el tiempo la palabra coercitiva cedió (o se dio) a una palabra más afectiva y efectiva gracias a la persistente presencia de mi madre desde su ausencia; y así fue como yo empecé a ver a mi mamá en la mirada de mis maestras y cómo mi escuela se convirtió en algo parecido a mi segundo hogar. Esa escuela, de curas, religiosa y con miradas maternales aprendidas, vio como crecía y me convertía en bailarina. Poco después, seguí mi educación en la Escuela de Danzas, de ahí al escenario y finalmente del escenario a Ema. Y vuelvo al principio: ¿qué escuela para Ema?

Había cosas que sospechaba: no quería uniformes, ni predominio de la informática, ni religiones, ni discursos coercitivos, ni ausencia de arte, ni currículas agobiantes, ni actividades extracurriculares obligatorias; no quería que mi hija pasara más tiempo en su escuela que en su casa y mucho menos quería dejar en manos absolutas de una institución el desarrollo intelectual y emocional de mi hija. Me preocupaban los dobles discursos, dobles mensajes entre la escuela y la familia. Pero tampoco sabía realmente qué quería. En definitiva, con tantos “ni” me había quedado sin escuela, ésta se pulverizaba frente a lo que soñaba para Ema. Fue entonces cuando me di cuenta que ese eterno retorno a mi pregunta Qué Escuela para Ema, era, en realidad, una visión de futuro, algo mucho más que un simple deseo de escolaridad: era un proyecto de vida para todos, una posición ética, una ideología, una filosofía y, por qué no, una visión. Mientras tanto Ema crecía a su antojo. Pero un día dejó de crecer. Le diagnosticaron Trastorno Generalizado del Desarrollo No Especificado ,que después se llamó Trastorno del Espectro Autista, y yo dejé de sospechar sueños.

Esa pregunta que me había dado un lugar en el mundo transformándose a paso lento pero firme en una manera de ser, vivir y pensar, en una ética generadora de espacios, de posibilidades y cambios, se había tornado en un callejón sin salida. Encerrada en un diagnóstico que nada me decía sobre mi hija, comenzamos Ema y yo, un largo peregrinaje por tratamientos e instituciones “educativas” que, paradójicamente, me alejaban más de ella. Ema no dibujaba, no jugaba con juguetes, ni a la mamá, ni al doctor. Ema bailaba y se reía y pedía que no la molestara cuando estaba metida en su mundo. También se enfurecía y lloraba sin poder decirme qué le pasaba porque Ema no hablaba. La ciencia me decía que había que educarla para que pudiera funcionar en este mundo tan complejo para ella. También me decía que probablemente Ema era esto, aquello o lo otro, veía así o asá, pensaba o no pensaba, sentía mucho o sentía poco, necesitaba tal o cual estructura, modelaje y un largo etcétera;nadando en un mar de certeras incertidumbres científicas, poco a poco, las sospechas volvieron como tierra firme.

Empecé a despejar la incógnita. Ya no se trataba solamente de La Escuela, se trataba de mi hija y de mí. Despejando X a la pregunta ¿qué Escuela para Ema? surgió ¿Qué Ema?... ¿Quién era mi hija realmente? Era necesario emprender el regreso a nosotras mismas, pero ¿cómo? Buscando otras miradas que nos ayudasen a conectarnos con el más allá del diagnóstico, el más allá de los consensos científicos, el más allá de la norma. Ema y todos los niños son y están más allá de cualquier etiquetamiento. Con o sin autismo, la niñez es un mundo maravilloso del cual sabía poco y nada pero un mundo al cual yo quería entrar para iniciar el camino de regreso hacia mi propia hija.
En primer lugar sentía que lo que tenía que hacer era cambiar yo misma y no Ema. Estaba sobre estimulada con información de todo tipo y factor. El duelo post diagnóstico me había transformado en una especialista en autismo infantil pero me había alejado mucho de Ema y de la naturalidad del ser. Estar a mi lado equivalía a recibir descargas eléctricas a cada instante, la vida en mí era agobiante y tóxica, ni yo misma podía vivir conmigo. Pensaba en Ema. Pensaba que ella se preguntaba a su manera ¿Quién es mi mamá realmente? Necesitaba ser madre para Ema, nos lo debía. Por otro lado, el autismo sólo era otra manera de ser. Pero ¿Qué ser? ¿Qué niña? ¿Qué madre? y finalmente otra vez ¿Qué Escuela?

Supe por una amiga docente que habían abierto otra Escuela Waldorf … ¡y en C.A.B.A.! ¡Una maravilla! Había tenido un pantallazo en la facultad, extremadamente reducido, sobre Steiner y su filosofía, pero suficientemente potente como para que hiciera huella en mí y me dejara una magnífica impresión. Sin pensarlo ni una sola vez, caí en la escuela y no paré de hablar de Ema durante largos minutos. Les hablé de nuestra necesidad de miradas en donde apoyarnos y sentirnos acompañadas, de la falta de lugar para poder seguir creciendo y desarrollarnos naturalmente (yo como madre de Ema, Ema como hija mía, Ema como Ema, yo como yo); también les hablé de mi soledad, mi dolor y mi necesidad de creer cabalmente en ese más allá de las cosas que tanto sospechaba. No quería adquirir más conocimientos, no quería aprender. Necesitaba aprehenderme y ser para Ema. Necesitaba ver un camino. Sabía que ese era el inicio para que mi hija deseara ser para sí misma y para los otros. Quería realmente cambiar, conectarme, hacerme sensible a lo invisible, volver a lo natural, recuperarme, es decir, recuperar mi propia esencia que había perdido en pos (paradójicamente) de mi crecimiento. Necesitaba espiritualidad para conectarme con mi hija desde otro lugar y que ella, con su sensibilidad, su mundo interior, pudiera conectarse con el mío, con el suyo propio y con el de los demás. La Escuela Abrazando a mi niño no solo era la posibilidad de ser sino también de entregarse a uno mismo sin condiciones. Explorarse, conocerse, reconocerse. Abrazando era La Escuela para Ema. La habíamos encontrado. Nos habíamos encontrado.Había mucho trabajo por hacer: en primer lugar incorporar nuevos ritmos a nuestro cotidiano y salir de la vorágine dándole tiempo al tiempo.
Apoyadas en rituales que nos ayudaban a ordenar años de energía desparramada, de a poco empecé a notar que mis ritmos internos cedían dando lugar a otros ritmos internos más naturales que evidentemente había olvidado. Entonces levantarnos a la mañana era realmente el comienzo de un nuevo día, o sea, un nuevo comienzo. Ya no es más el desafío angustiante sino simplemente un nuevo día abierto a lo que sea que tenga que ser. Las noches son nuestro orgullo: siguiendo las enseñanzas de la escuela, modificando el ambiente, bajando las energías, acallando los ruidos cotidianos y dando lugar solamente al momento de dormir como un ritual que acompaña a mi hija en su tránsito al mundo de los sueños, Ema pudo por primera vez, dormirse sola en su habitación.

Siento que la enseñanza fundante de la escuela fue mi estabilidad interior (o mi persistencia en los intentos de estabilidad) y en como eso modifica los ritmos y el ambiente dando lugar a que otros aspectos del ser de mi hija y míos tengan ESPACIO DE SER tanto en casa como en la escuela.Vivir y hacer con los tiempos internos... conectarme con mi hija desde otro lugar… estar atenta a mi misma en lo bueno y en lo malo para crearle a Ema el ambiente y la estabilidad para que ella SEA con confianza, seguridad y alegría de seguir siendo quien es y con ganas de seguir aprendiendo a vivir en este mundo tan diferente al de ella, y de enseñarnos a todos las maravillosas particularidades de su propio mundo.
Nuestra casa se convirtió en un ambiente más de la escuela y la escuela en un ambiente más de casa. Recreamos olores y energías, oraciones, ritmos, cantos, rituales, festejos, compañía. Por fin encontramos un lugar. Nos sentimos abrazadas, miradas, acompañadas. Ema ya no tiene que funcionar con el fin de ser aceptada porque ella es amada en su singularidad y mirada con amor, respeto, apoyo y cobijo, por sus maestras en su escuela, su lugar, un espacio propio para crecer y desarrollarse a su propio ritmo.

                                                                           Luciana Gandulfo




Testimonio Rítmico

Amo esta escuela.
Todo se canta, todo se baila. La vida son rondas dentro de rondas.
La merienda es un té de Tilo y unas galletas de jengibre, o tostadas de un pan hecho a mano con miel y otra rica infusión. El pan lo hacen los jueves. Amo ese pan.
Las palabras son más que importantes.
Son la primera materialización de nuestros pensamientos. Son cuidadas como el oro, en la melodía, tono y contenido.
En la mañana las palabras son chiquitas y se van desperezando, para luego ir despertando y caminando en el día tranquilamente hacia la tarde.
El sol y la luna son como abuelos y abuelas, pero no en una analogía. ¡Son verdaderos ancestros! Es fácil, no tienes que comprar mayor creencia.
Y el uno sale de mañana y la otra de tarde. Ritmo, ritmo, ritmo.
Y entonces la vida empieza a tener sonidos siguiendo el ritmo. Y esos sonidos pueden ser melódicos o no tanto, pero con una ajustadita en las cuerdas, ya está.
Y el sonido éste, el de la vida, el de la mía, lo empiezo escuchar al tiempo que identifico como alrededor se oye ruido. A veces MUCHO RUIDO. Y QUE EN REALIDAD TU VIDA PARECE MÁS UN GRITO!! PARA QUE TE ESCUCHEN! PARA QUE TU TE ESCUCHES Y TE DES CUENTA QUE VIVES!! QUÉ? QUÉ? NO TE ESCUCHO!!!

Silencio.

El silencio es algo que siempre aprecié, tanto como una buena canción. Y forma parte importante del entorno en el que quiero que mi hijo esté embebido.
No en medio del campo, ese es maravilloso, pero está lejos del problema.
Estos enanos maravillosos de 1, 2, y 3 años son portadores fantásticos de unas melódicas existencias que se necesitan en el vórtice del caos.
Del caos que tenemos como vida normal, muchos de nosotros los papás.
Y la escuela ahí sirve de un amplificador analógico (más bien biológico) que toma esas melodías y las potencian y distribuyen a los laditos.

Entonces, pasa algo mágico y sencillo: empieza a entrar esa linda melodía en tu vida y la organiza, si se lo permites.
Y es tu hijo el que porta todo esto. Para él y por él.

Así que eso, nada más.
Soy un papá feliz y quería compartirlo.
Benicio es súper feliz ahora que tiene 2 años largos y está construyendo su propia reserva personal de felicidad para el resto del camino, en el momento propicio. Ritmo.

                                                                             David Parra

martes, 8 de octubre de 2013

El regalo de la vida


La maternidad comienza mucho tiempo antes de que nazca un niño o de que una mujer dé a luz a su bebé. Me atrevería a decir que es una cualidad innata en las mujeres, una cualidad que a veces permanece dormida y que otras veces despierta.
Como mujer, puedo decir que esa cualidad materna es palpable desde muy pequeña y el haber vivenciado y respirado el calor de un hogar en el que me sentí cobijada y profundamente amada, es el que me inspiró a expandir esa vivencia a otros niños, a otros docentes ,a otros hogares y esa inspiración es la que me guió por el camino de la docencia, la que me iluminó a la hora de reflexionar sobre la “Educación”.
En el acompañamiento de las madres que se  han acercado a compartir sus historias conmigo y con la escuela pude comprobarlo. Ellas me han contado cómo amaban profundamente a sus niños incluso antes de ser concebidos; cómo habían soñado con sus nombres, cómo esperaban su llegada, cómo los “abrazaban” con el calor de su corazón aún antes de que estuvieran en la panza.
Una de ellas pensaba y reflexionaba sobre el tipo de educación que le daría añorando ver su rostro y sus ojos, añorando tenerla entre sus brazos incluso muchos años antes de conocer a quien finalmente fue su compañero y el padre de la niña.
Me pregunto: ¿Cómo es esto posible?
Lo que caracteriza a una madre es ese calor del corazón, ese cuidado constante, esa mirada amorosa, esa sonrisa que se le dibuja en el rostro al ver a su hijo. Esas incansables ganas de acompañar, de ayudar, de cuidar, ese amor que permanece incondicional para toda la vida.
En mi opinión ésta es la mayor lección que nos da la maternidad, la capacidad de amar y de dar incondicionalmente y esta capacidad nos pertenece a todos, a toda la humanidad, es tan nuestra como nuestro aliento; es el  motor que nos hace seguir más allá del cansancio, del sueño o de cualquier obstáculo que encontremos en el camino.
Me pregunto si en las mujeres es innata esta cualidad: ¡Deberíamos todas despertar a ella!
En este punto quisiera también dedicarme al género masculino, porque es cierto también que muchos hombres ansían su paternidad, en muchos de ellos vive este sentimiento y esta necesidad de la continuidad de la vida a través de la descendencia.
Hoy en día, muchos hombres comparten las tareas de la casa, las antes relegadas solo a la mujer. La sociedad ha dado un vuelco tal  que la mujer es tan trabajadora como el hombre y esto ha llevado a que los roles se modifiquen. Han llevado a la ruptura  de una estructura machista y al  necesario despliegue de un compartir, a mi manera de ver, esto es bello, porque el compartir siempre lo es.
El hombre, como género se ha sensibilizado, se ha acercado a esa cualidad femenina de la crianza, del calor del hogar, se ha volcado a un mayor compartir y me atrevería decir que muchos casos a la apertura de una nueva conciencia, de una concepción nueva de la crianza.
Esta cualidad expansiva del amor es nuestro legado, como docentes, como padres, como madres, es necesario continuar con la tarea que necesariamente los niños despiertan en nosotros. Esto claramente implica la reflexión sobre nuestra manera de educarlos, sobre los ejemplos que les damos, sobre los valores y principios que encarnamos, sobre el modelo educativo que para ellos elegimos.
Hoy en día hay muchas corrientes pedagógicas  que proponen una nueva mirada hacia el niño, y esto es más que necesario, la sociedad ha cambiado, porque nosotros cambiamos y en consecuencia los niños que llegan al mundo necesitan también de un cambio de un nuevo paradigma educativo.
Este cambio será posible si hombres y mujeres reflexionamos sobre la maternidad, la paternidad y sobre nuestra capacidad de dar y de amar más allá del rol que nos toque, sin importar si somos padres o maestros.
Este mundo y esta sociedad nos pertenecen a todos y si buscamos por necesidad algo distinto, solo en el encuentro con el otro esto es posible.
Como docente creo profundamente en los encuentros humanos y en la magia que éstos son capaces de dar a luz.
En el rol que me toca como docente, solo en el encuentro entre padres y maestros es posible formar y dar a luz una nueva escuela en el que el principio fundante sea el Amor; si esta cualidad expansiva es la que vive en los pasillos y las aulas, inevitablemente da lugar a  la sensibilización del corazón y de los sentidos para poder percibir las necesidades del niño para que él despliegue su ser y sus capacidades, para que se desarrolle integralmente y para que como ser humano pueda conocer y vivenciar la capacidad de dar y amar incondicionalmente.

Equipo Pedagógico de Abrazando a mi Niño


lunes, 7 de octubre de 2013

El misterio de la niñez

“De la tierra he nacido,
 sobre ella he de transitar con pasos firmes:
Elevando mi mirada hacia el espíritu,
poniendo el calor de mis manos en el obrar del mundo”



Un niño es un misterio, un enigma a descifrar; eso es lo que la niñez me ha enseñado. Cada niño es único y guarda dentro de sí muchos tesoros; nuestra tarea como adultos es descubrirlos, hallar esos dones que cada uno trae. Es maravilloso el brillo de los ojos de un niño y cada brillo muestra algo distinto, algo propio.
Hace muy poco me encontré con un pequeño de apenas 4 años, algo distante de mí al principio y muy observador. Me sentí cautivada por su mirada, caracterizada por su profundidad. Cada vez que sus ojos negros y grandes se posaban en los míos, casi podía perderme en ellos. Cuando sonreía sus ojos se encendían aún más y esa sonrisa era la puerta hacia él; ése fue el primer descubrimiento.

Él es un niño demandante, alegre, conversador cuando quiere. Si uno permanece allí, disponible para él, se acopla a la actividad del adulto y se muestra colaborador o solicita la presencia de alguien que lo acompañe en lo que él quiera emprender.

Un día en que estaba en su casa lavando verdura para una comida, él se acercó (hasta ese momento había estado en su cuarto jugando) y en seguida se ofreció a ayudarme. Acercó una silla a la pileta de la cocina y comenzó a lavar laboriosamente las hojas de la espinaca, luego las escurría y las colocaba en otro recipiente. Permaneció en esta actividad (sin siquiera mojar con una gota su ropa) por más de media hora observando detalladamente las hojas de la verdura, mirando la selección que yo hacía de ellas y corrigiéndome cuando cometía algún error. Permaneció en silencio trabajando mucho tiempo para su corta edad, haciéndolo con total prolijidad. El ambiente era de total armonía y pude sentir en mi interior como él reposaba sobre mí; todo lo que necesitaba era un adulto que lo acompañara, que le diera la confianza y el espacio para hacer y para ser; yo simplemente fui un puente. Al terminar la actividad se sintió feliz y orgulloso por su trabajo preguntando en que más podía ayudar. Su mirada estaba aún más brillante, feliz de sentirse útil y responsable de una tarea fundamental para la preparación de la comida familiar.

Este pequeño con el que compartí varios días y actividades, cada día se mostraba más dispuesto a emprender alguna tarea o actividad que yo le ofreciera y permanecía cerca de mí siempre, a la hora de jugar, a la hora de pasear, o de sentarse a la mesa. En ese encuentro había armonía y entendimiento aún en el silencio, había comunión y un código invisible pero palpable en el corazón para ambos.

Él siempre quería estar cerca de mí y yo cerca de él, porque el encuentro en sí, el vernos y reconocernos y el compartir nos hacía sentir plenos. Este tipo de hechos y de vivencias profundizan el sentido de reverencia cuando me encuentro con un niño, porque al mirarlo a los ojos siempre me encuentro con el misterio de su Alma.

En lo profundo de tus ojos… hallaré el misterio

¿Qué cuentan? ¿De qué mundos vienen?

¿Qué imágenes guardan detrás de su brillo?

¿Qué cosas los hacen reír...?

¿Qué cosas los conmueven…?

Cuando en mí reposan, son una caricia

y el alma se plena de su presencia…

Tu blancura, tu inocencia…

…Y yo, que apenas roso tu estela…

                                          Equipo Pedagógico Abrazando a mi Niño

¿Qué necesita un niño pequeño?


Todos nosotros tenemos bellos recuerdos de nuestra niñez y si vamos hacia atrás en

nuestra historia, seguramente encontraremos momentos que atesoramos, en los que

nos hemos sentido plenamente felices.

Si recuerdo mi primera infancia hay momentos que recuerdo con mucho cariño: el

momento en que mi mamá preparaba la comida y yo la ayudaba a colocar las verduras

en la olla; cuando mi hermano mayor me contaba un cuento a la hora de la siesta; los

momentos de juego al aire libre; cuando construía instrumentos caseros con ayuda de

algún miembro de mi familia, etc.

A menudo nos preguntamos ¿qué necesitan nuestros niños? Consultamos a pediatras,

maestros, psicólogos, psicopedagogos, terapeutas, etc. Muchas veces las respuestas

son tan simples que nos cuesta verlas, descubrirlas.

Todo niño tiene como necesidad el juego y para ello no necesita grandes cosas,

simplemente del espacio y la posibilidad de desarrollarlo.

Un niño tiene la capacidad de convertir una pequeña rama de árbol en varita mágica,

en flauta, en caballo, en peine, en espada, y es capaz de recrear con él las más

maravillosas fantasías. A través del juego se descubrirá a sí mismo, sus posibilidades y

entablará una relación con el medio que lo rodea. Para que este tipo de juego y esta

fantasía creadora se desarrollen, se necesita de un ambiente apropiado y de uno o más

adultos que lo propicien.

El calor del hogar es lo primero que un niño pequeño requiere. Respirar ese aire en

el que se siente seguro, en el que hay un adulto que lo observa amorosamente y que

está listo para escuchar sus necesidades; un ambiente en el que el pequeño se sienta

contenido. El pequeño necesita de un adulto que lo anime a emprender diferentes

actividades, a disfrazarse, a construir con maderas, con piedras, a juntar pequeños

tesoros que la naturaleza nos regala (hojas, frutos, caracoles, etc.) a jugar a la rayuela,

saltar a la soga, a pintar con pinceles, crayones o lápices, etc.


¿A qué nos referimos cuando decimos “Calor hogareño”?

Nos referimos a aquello que naturalmente una madre y un padre siente y transmite a

su bebé recién nacido cuando lo sostiene y lo mira por primera vez, a ese abrazo y ese

beso de las buenas noches cuando lo lleva a dormir. Es algo que surge naturalmente en

todos nosotros si le damos espacio para que se manifieste. La tarea es darle lugar a esa

cualidad y llevarla a las pequeñas grandes acciones del diario vivir.

El ritmo de vida , sobre todo para aquellos que vivimos en grandes ciudades, nos lleva

a andar siempre apurados, siempre corriendo tras el reloj, cumpliendo horarios. Pero

como el niño pequeño aún no ha entrado en la concepción del tiempo, el único apuro

posible es por correr una carrera con algún amigo.

Para un niño es muy valioso estar en la compañía de su madre, de su padre, de sus

hermanos; ser parte del ritmo familiar, de las rutinas diarias: de la preparación de

las comidas, del poner la mesa, el hacer las compras o ayudar a algún miembro de la

familia a arreglar algo en la casa.

Los niños tienen una gran capacidad de aprender y en general gran voluntad para

ayudar, la única inspiración que necesitan es de un adulto dedicado y concentrado

en una tarea que lo invite a compartirla con él, o que le delegue tareas, esto le da al

niño la certeza de que confían en él, de que creen en sus capacidades. Día a día esto

lo convierte en un niño con confianza en sí mismo, en un niño que se siente mirado,

tenido en cuenta, en el que los demás confían a pesar de su corta edad.

Una hermosa tarea por ejemplo, es amasar pan, preparar juntos un centro de mesa

con flores, hojas, frutos, ayudar a cortar las verduras para la comida, o simplemente

darle la posibilidad de que el niño juegue a nuestro alrededor mientras estamos

concentrados en una tarea. Un adulto que hace, es lo que motoriza la voluntad de los

niños y un adulto que hace con amor transmite ese calor que poco a apoco va llenando

el ambiente y que envuelve al niño.

El niño que se siente envuelto en este clima siente gran libertad para crear, para jugar,

para expresarse, para ser él mismo y para descubrir sus capacidades en el quehacer

diario con el adulto y en el juego.

Muchos padres hoy trabajan muchas horas, pero esto no es impedimento para crear

este calor hogareño. Lo importante es que en ese tiempo que compartan con sus hijos,

ellos puedan sentir que ustedes están ahí para ellos: para mirarlos, para sostenerlos,

para acompañarlos, alentarlos, para hacer algo juntos, leerles un cuento, llevarlos a

dormir y sobre todo para amarlos y abrazarlos.

“Dar Amor, constituye en sí, dar educación”-Eleonor Roosevelt

                                                                      Equipo Pedagógico Abrazando a mi Niño

La verdadera educación


A menudo nos preguntamos qué es lo mejor para nuestros niños, para nuestros hijos. La velocidad del mundo actual y la sociedad dice que el niño será más inteligente, más exitoso, desarrollara más capacidades y será “alguien” en la vida si se le enseña desde temprana edad a leer, a escribir, a contar, si se le inculca desde pequeño una segunda lengua. Me pregunto qué significa “ser alguien”, que significa el éxito y del desarrollo de cuales capacidades estamos hablando.
Como adultos, a cargo de la educación de los más pequeños, necesariamente debemos detenernos a reflexionar sobre este hecho y sobre nuestra propia formación y educación.
Desde mi punto de vista, la educación que recibimos debería darnos felicidad, debería convertirnos en seres íntegros, con valores morales, y darnos la posibilidad de ser y de poner en el mundo nuestras capacidades, nuestro talento, nuestros dones, al servicio 
de nuestro propio crecimiento (físico, anímico y espiritual) y al servicio de la sociedad.
Seguramente todos nosotros soñamos con un mundo mejor, distinto al actual, pero hacer tal sueño realidad es tarea de cada uno.
En una mirada reflexiva hacia la historia de la humanidad grandes personajes como Gandhi, Goethe, Rudolf Steiner, la Madre Teresa, entre otros, han hablado de la importancia y del valor del servicio desinteresado, y de una educación “para la vida” y no tan solo “para ganarse la vida”.
Este es el punto central, como docente, padres, adultos referentes de los niños, debemos volver a la fuente, volver a mirar lo esencial. Somos millones de personas conviviendo en un mundo en el que se agotan los recursos naturales , un mundo en el que mucho trabajan solo para el bien propio, un mundo con grandes desigualdades sociales, un mundo que se ha tornado materialista, que muchas veces olvida que la belleza y el dinero son efímeros.
Deberíamos preguntarnos quienes somos y que estamos aportando a la humanidad creciente, cual es el legado que estamos dejando, deberíamos preguntarnos que vemos cuando miramos los ojos de un niño y que podemos brindarle, que quisiéramos transmitirle, de qué manera queremos/podemos acompañar su camino y su desarrollo.

                                                                 Equipo Pedagógico Abrazando a mi Niño

El desafío de la niñez de hoy



Los niños hoy nos exigen  mucho como adultos, cualquiera sea nuestro rol. Cualquier adulto cercano a un niño pequeño es un referente, él siempre lo estará observando como un modelo a seguir e imitará todo aquello que ve y percibe en él.
Como docente, me he dedicado al  estudio y al trabajo de campo con niños de 0 a 7 años y debo decir que, en los 14 años que llevo en esta profesión, he visto grandes cambios en la niñez.
Puedo decir que los niños hoy son muy distintos a los de años atrás; sus miradas (aún siendo bebés que no caminan) son profundas y tienen un periodo de atención muy largo para su edad. He visto cómo una pequeña de solo 3 años es capaz de pasar 40 minutos pintando con acuarelas; cómo un niño de 5 años  es capaz de tejer con los dedos por más de una hora; cómo el juego libre en niños de edad preescolar es capaz de crear las más maravillosas historias de príncipes y princesas y he visto la sala convertida en un castillo enorme con la ayuda de telas y broches y hasta a una niña de 5 años narrar un cuento para el resto de sus compañeros, un cuento que iba creando al momento que sus compañeros iban moviendo los personajes de la  historia en la escenografía que ellos mismos habían construido con telas, piedras, personajes de tela, etc.
El escenario de la infancia ha cambiado hoy y los niños nos desafían constantemente a replantearnos nuestro rol como docentes, como padres, adultos y nos hacen preguntas profundas acerca de la vida recordándonos todo el tiempo la necesidad de recrear el paradigma educativo y, al decir educativo, me refiero al sentido amplio de la palabra:
¿Qué necesitan los niños hoy?
¿Qué valores queremos transmitirles a nuestros niños y de qué manera lo hacemos?
Todo esto, debería llevarnos a las siguientes preguntas:
¿Estamos creciendo interiormente, más allá de nuestra edad cronológica?
¿Estamos desarrollando la capacidad de auto-observación y auto-educación necesarios para estar en un constante proceso de aprendizaje?
¿Tenemos conciencia de la importancia del desarrollo de estas capacidades?

En los tiempos de hoy, los niños nos exigen actualizar nuestra manera de concebir la educación y como adultos éste es un desafío que llama a la puerta día a día.

                                                                    Equipo Pedagógico Abrazando a mi Niño